
Por: Dr. Nicolás Espinosa
Neurólogo Infantil
Jefe de Servicio de Neuropediatria del Hospital Metropolitano
Director Médico Neuroinfant Cl
Supongan que caminamos por un pasillo mal iluminado, tropezando con cajas que no alcanzamos a ver. Cada vez que nos tambaleamos, una voz nos ofrece una linterna defectuosa que, en lugar de alumbrar, proyecta más sombras. Así de peligrosos son los mitos en torno al Trastorno del Espectro Autista (TEA). No solo confunden; también frenan o desvían hacia caminos estériles a quienes realmente necesitan información fidedigna. Y es que, además de los mitos muy conocidos —como el de las vacunas o las dietas milagrosas—, hoy lidiamos con una proliferación de “fármacos sin respaldo científico”, “pseudoterapias psicológicas” y afirmaciones alarmistas sobre una supuesta “epidemia” imparable.
Sorprende la docilidad con la que algunos profesionales, instituciones y organismos gubernamentales permiten que estas versiones inexactas —y a veces lucrativas— se diseminen. La ciencia nos ofrece una verdadera linterna que ilumina; sin embargo, vemos con demasiada frecuencia cómo se deja de lado, ya sea por comodidad, temor a la polémica o intereses creados.
A continuación, desmenuzaremos una serie de falsedades que han ganado tracción en los últimos años, explorando las causas de su popularidad y, sobre todo, arrojando luz sobre lo que la evidencia científica realmente nos dice.
1. El Mito de las Vacunas y el Autismo
La Falsa Narrativa:
La vacuna triple vírica (MMR) causa autismo, mito que surgió a raíz de un estudio de Andrew Wakefield en 1998. A pesar de su retractación y de la abundancia de datos en contra, la teoría sigue viva en algunos círculos, alimentada por un activismo antivacunas que a menudo no recibe una respuesta institucional lo suficientemente contundente.
La Verdad:
• Un estudio danés publicado en Annals of Internal Medicine (Hviid et al., 2019) con 657,461 niños no encontró vínculo entre la MMR y el TEA.
• Una revisión en Vaccine (Taylor, Swerdfeger & Eslick, 2014) sobre 1.2 millones de niños refutó de nuevo cualquier relación.
La inacción de algunos profesionales e instituciones ante estos hallazgos ha propiciado brotes de enfermedades prevenibles, erosión en la confianza pública y un caldo de cultivo para otras mentiras más recientes.
2. El Engaño de las “Dietas Milagrosas” y Otras Restricciones Alimentarias
La Falsa Narrativa:
Dietas que eliminan gluten y caseína, regímenes hipocalóricos extremos y hasta “curas” basadas en suplementos naturales se siguen vendiendo como la respuesta definitiva al autismo, cuando en realidad no cuentan con aval científico.
La Verdad:
• Una revisión en Journal of Child Neurology (Lofthouse et al., 2017) encontró evidencia escasa y metodológicamente débil que respalde dichas dietas.
• La Cochrane Library (Millward et al., 2008) confirmó que no existen pruebas sólidas para recomendarlas.
Incluso, este tipo de restricciones conllevan riesgos nutricionales. Aunque padres y madres buscan la mejor opción para sus hijos, confían muchas veces en un marketing que se apoya en anécdotas en lugar de investigación seria.
3. Gamalate, “Pseudovitaminas” y Otros Fármacos Sin Sustento
La Falsa Narrativa:
Un fenómeno menos comentado, pero no menos preocupante, es la creciente oferta de productos que prometen “estimular el cerebro”, “mejorar la conducta” o incluso “curar” el TEA sin evidencia que los respalde. Ejemplos incluyen sustancias como el llamado “Gamalate”, supuestas “pseudovitaminas” y otros componentes presentados como si tuvieran propiedades neurológicas probadas.
La Verdad:
• No existe ningún fármaco capaz de “revertir” o “erradicar” el TEA. Ciertos medicamentos pueden ser útiles para comorbilidades (por ejemplo, la hiperactividad, la ansiedad o la depresión asociadas), pero no modifican la condición de base (National Institute for Health and Care Excellence [NICE], 2021).
• Al no existir ensayos clínicos rigurosos sobre estas sustancias, su promoción se basa más en el marketing y la desesperación de las familias que en la ciencia.
Lamentablemente, la falta de regulación y la escasa divulgación científica facilitan que estos “estimulantes cerebrales” o “complejos vitamínicos milagrosos” se vendan sin freno.
4. Pseudoterapias Psicológicas: Lo Que Brilla No Siempre es Oro
La Falsa Narrativa:
Más allá de las dietas o fármacos engañosos, también proliferan supuestas terapias psicológicas que aseguran resultados extraordinarios en plazos imposibles. Bajo nombres llamativos y promesas de “transformaciones radicales”, se ofrecen programas de coaching, hipnosis o “reprocesamiento emocional” sin estudios que avalen su eficacia para el TEA.
La Verdad:
• Terapias como el Early Start Denver Model (Dawson et al., 2010) o el Análisis Conductual Aplicado (ABA) han demostrado, en múltiples investigaciones, su capacidad de mejorar la comunicación, la interacción social y la conducta adaptativa en personas con autismo.
• Cualquier intervención psicológica —sea individual, grupal o familiar— debe sustentarse en protocolos claros y evidencias replicables.
Lo más lamentable es que algunos profesionales que conocen la falta de sustento de estas terapias optan por la indiferencia, dejando a las familias a merced de charlatanes.
5. La Quelación y Otros Métodos Peligrosos
La Falsa Narrativa:
Entre las intervenciones más alarmantes figuran la quelación para “eliminar metales pesados” o métodos como la cámara hiperbárica, la terapia con oxígeno, el uso de células madre y otras prácticas no reconocidas como tratamientos para el TEA.
La Verdad:
• La revisión Cochrane (James et al., 2015) fue clara: no hay evidencia de que la quelación mejore el autismo y sí se corre el riesgo de daños graves, desde efectos renales hasta la muerte.
• La Academia Americana de Pediatría (AAP, 2019) ha denunciado el uso de procedimientos sin bases científicas, advirtiendo de las peligrosas consecuencias para la salud de los niños.
Los entes reguladores rara vez toman medidas fuertes contra estos métodos, a pesar de que la evidencia de sus riesgos ya está ampliamente documentada.
6. ¿Epidemia de Autismo? Entendiendo el Aumento en el Diagnóstico
La Falsa Narrativa:
En tiempos recientes, se habla de una “epidemia” de TEA. El crecimiento en la frecuencia de diagnósticos ha sido utilizado para señalar culpables imaginarios —vacunas, tecnología, alimentos procesados— y para cultivar el miedo.
La Verdad:
• Sí hay un incremento en la prevalencia reportada del autismo, pero principalmente debido a la ampliación de los criterios diagnósticos, la concientización social y las mejoras en la detección temprana (American Psychiatric Association, 2013).
• Además, muchos casos que antes pasaban desapercibidos (niños y adultos con autismo en el espectro más leve) ahora se identifican con mayor precisión.
No se trata de una enfermedad emergente, sino de un trastorno del neurodesarrollo que siempre ha existido. Lo novedoso es que ahora lo reconocemos mejor y más rápido.
7. El Uso de Fármacos en Comorbilidades
El Matiz Necesario:
Si bien no hay un fármaco que “cure” el TEA, la farmacología sí puede ser de ayuda en casos de comorbilidades. Muchas personas con autismo presentan ansiedad, depresión o déficit de atención que pueden requerir un abordaje clínico específico.
Lo Avalado por la Ciencia:
• Medicamentos como antipsicóticos atípicos (para irritabilidad intensa), psicoestimulantes (para el TDAH) o ansiolíticos (para trastornos de ansiedad) pueden mejorar la calidad de vida cuando se utilizan con supervisión profesional y como parte de un enfoque integral (NICE, 2021).
• El rol de la medicación debe ser complementario a intervenciones psicoeducativas basadas en evidencia (ABA, Denver), terapias de lenguaje, y apoyo familiar y escolar.
Confundir estas intervenciones legítimas con “soluciones mágicas” o recetarlas sin un diagnóstico claro solo añade más desinformación.
8. El Rol de los Profesionales, las Sociedades Científicas y los Gobiernos
¿Por qué subsisten tantas mentiras? En parte, por la falta de un frente unido que difunda mensajes claros y contundentes. Algunas sociedades científicas parecen más enfocadas en cuestiones administrativas que en combatir las pseudoterapias de forma activa. Los organismos gubernamentales, por su parte, a menudo responden con medidas tibias, más orientadas a evitar polémicas que a defender la salud pública.
Por otro lado, existen profesionales de la salud que, por comodidad o incluso interés económico, promueven o toleran estos métodos sin evidencia. Esa indiferencia —o peor, complicidad— es caldo de cultivo para el sufrimiento de familias que buscan orientación confiable.
Lo ideal sería contar con un marco regulatorio que prohíba la publicidad engañosa, exija ensayos clínicos robustos antes de aprobar “nuevos tratamientos” y brinde apoyo para la formación y actualización de especialistas en TEA. Quienes difunden abiertamente terapias dañinas deberían ser objeto de sanciones legales y de una clara exposición pública de sus falacias.
Conclusión
La expansión de diagnósticos de TEA no es una “epidemia” reciente, sino un producto de criterios diagnósticos más amplios y de una creciente conciencia sobre las distintas manifestaciones del autismo. Ni las vacunas, ni los alimentos o las pantallas explican este aumento. Más bien, las mejoras en la detección y la mayor visibilidad del trastorno han permitido sacar a la luz casos que antes pasaban inadvertidos.
Mientras tanto, florecen remedios y terapias que prometen soluciones rápidas sin sustento científico. La indiferencia —o la complicidad— de profesionales, sociedades científicas y entidades gubernamentales deja a las familias a merced de vendedores de ilusiones.
El autismo es complejo y exige un abordaje basado en la mejor evidencia disponible. La ciencia ofrece métodos validados —como el Análisis Conductual Aplicado o el Modelo Denver—, así como fármacos útiles para las comorbilidades, pero no para “curar” el TEA. Este mensaje, claro y contundente, requiere mayor difusión para que los padres y las personas con TEA no se vean en la oscuridad, tropezando una y otra vez con las mismas cajas de mitos.
En nuestras manos está alzar la voz contra estos relatos que no alumbran, sino que oscurecen. En la medida en que nos atrevamos a exponer la falsedad con datos, con rigor y con sensibilidad, podremos avanzar hacia una sociedad mejor informada y verdaderamente inclusiva.
Referencias Clave:
1. American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.).
2. AAP. (2019). Chelation: Inappropriate Use in Children with Autism Spectrum Disorder [Policy Statement]. American Academy of Pediatrics.
3. Bai, D., Yip, B. H. K., Windham, G. C., et al. (2019). Association of Genetic and Environmental Factors With Autism in a 5-Country Cohort. JAMA Psychiatry, 76(10), 1035-1043.
4. Dawson, G., Rogers, S., Munson, J., et al. (2010). Randomized, Controlled Trial of an Intervention for Toddlers With Autism: The Early Start Denver Model. Pediatrics, 125(1), e17-e23.
5. Hviid, A., Hansen, J. V., Frisch, M., & Melbye, M. (2019). Measles, Mumps, Rubella Vaccination and Autism: A Nationwide Cohort Study. Annals of Internal Medicine, 170(8), 513-520.
6. James, S. J., Melnyk, S., Jernigan, S., et al. (2015). Chelation for autism spectrum disorder (ASD). Cochrane Database of Systematic Reviews, (5), CD010766.
7. Leigh, J. P., & Du, J. (2015). Brief report: Forecasting the economic burden of autism in 2015 and 2025 in the United States. Journal of Autism and Developmental Disorders, 45(12), 4135-4139.
8. Lofthouse, N., et al. (2017). Diet, supplements, and autism spectrum disorders: an evaluation of the evidence. Journal of Child Neurology, 32(10), 729-740.
9. Millward, C., Ferriter, M., Calver, S., & Connell-Jones, G. (2008). Gluten- and casein-free diets for autistic spectrum disorder. Cochrane Database of Systematic Reviews, (2), CD003498.
10. National Institute for Health and Care Excellence (NICE). (2021). Autism spectrum disorder in under 19s: support and management [Clinical guideline CG170].
11. Taylor, L. E., Swerdfeger, A. L., & Eslick, G. D. (2014). Vaccines are not associated with autism: An evidence-based meta-analysis of case-control and cohort studies. Vaccine, 32(29), 3623-3629.